Instituto de Recuperación Humana "Santa Teresa de Jesús"

Institución educativa con filosofía y lineamientos humanístico-cristianos donde lo mas importante es el ser humano. Nuestro propósito es promover una educación integradora (inclusiva); en relación muy estrecha con la familia, para conseguir que el aprendizaje se dé con: dinamismo, alegría, honestidad, veracidad, solidaridad, democracia, calidad ,participación, actitud crítica y empatía.

domingo, junio 18, 2006

No hay varita mágica en la educación

Este artículo es cortesía de Catholic.net (comunidad de educadores católicos) Este artículo bien podría tener como subtítulo el que comentaba un veterano enseñante de filosofía, ahora pasado a escritor y conferenciante: “Para padres y madres preocupados y profesores desanimados”. Porque son los dos colectivos a los que más afecta este terremoto. José Ramón Ayllón publicó un libro el año pasado, diciendo que esas “teclas clave” para interpretar la sinfonía acabada eran diez. Y lo justificaba en la redondez de la cifra y en que “la educación requiere tocar muchas teclas”. Porque las preguntas y perplejidades que asaltan a los docentes y padres recorren un amplio arco de situaciones.La familia, los medios de comunicación, los amigos y el centro educativo. Ésos son los ámbitos donde transcurre la vida en los años de conformación personal de cada individuo. Y es que la condición humana es “complicada y misteriosa”. Hay que tener en cuenta que nadie se conoce a sí mismo. Ya Hamlet –que sabía de lo que hablaba- se quejaba de los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne. Y, dentro de esa complejidad, también forman parte los sentimientos, como dice Ayllón: “Por supuesto. El ser humano, además de ser animal racional y social, es esencialmente sentimental”. De eso tenemos evidencia: los grandes sentimientos, como el amor y la amistad, suelen pesar en nuestra conducta más que nuestras razones.¿Hasta qué punto educa la familia? La familia siempre ha sido la institución educativa más sencilla y universal, la más económica y eficaz, y también la única capaz de proporcionar una educación completa. Por eso, a pesar de la crisis por la que atraviesa, no parece tener alternativa viable. Chesterton decía que quienes hablan contra la familia no saben lo que hacen, pues no saben lo que deshacen. Pero hoy se encuentra con que lucha sola, sin el apoyo ni de los medios de comunicación, ni del ambiente social ni, a veces, del propio centro escolar. Está “sola ante el peligro”, como el célebre ‘cow boy’ frente a todos los malencarados de la polvorienta ciudad del oeste americano.La familia. Y es que, en general, convivir es escuchar. Y un padre o una madre que quieran educar bien a sus hijos, primero tienen que escuchar, después tienen que seguir escuchando, y por último deben hablar poco. Recuerdo que la revista “Hacer Familia” publicó, hace años, una lista de consejos que un adolescente daba a sus padres. Creo que esa aproximación estaba muy bien dirigida.Y educar es también poner límites: no vale todo, porque sería volver a la ley del Oeste. En cierto modo, educar es enseñar a distinguir el bien y el mal. De esa distinción se encarga la razón, que no solo emite juicios técnicos o estéticos, sino también éticos. Para cualquier edad, la conciencia es una brújula para el bien y un freno para el mal, y sus juicios pueden ser absolutos porque el hombre es el único animal capaz de concebir un más allá de la muerte, donde lo que está en juego es un destino eterno.Para el buen juicio de conciencia hay tres criterios clásicos, con validez universal: hacer el bien y evitar el mal; no hacer un mal para obtener un bien; y no hacer a nadie lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Confucio aporta otro criterio tan rotundo como interesante: “Si no se respeta lo Sagrado no hay nada sobre lo que se pueda edificar una conducta”. Viene a decir que sentirse responsable ante Dios es la única base realmente sólida de la educación. Si pasamos a lo que dicen los expertos sobre el papel educativo de los medios de comunicación, la respuesta es casi unánime: están bastante preocupados por su alto poder antieducativo. Si nos ceñimos a la televisión, hasta el propio Chicho Ibáñez Serrador no dejaba ver la tele a sus hijos pequeños, y decía que utilizarla como niñera es una aberración. El psiquiatra Rojas Marcos constata que los programas cargados de sordidez y bazofia convierten a los pequeños espectadores en jóvenes desmañados, embrutecidos e inadaptados.Pero como llevamos muchos siglos reflexionando sobre la educación, casi todo lo que se puede decir sobre el tema ya se ha puesto por escrito, y además de forma inteligente y brillante. Está en los libros de Goleman y Popper, Enrique Rojas, Shakespeare y Marco Aurelio, en los de Aristóteles y de Natalia Ginzburg.... No hay nada nuevo bajo el sol, salvo que la educación exige esfuerzo y disciplina. Pero es la mejor inversión que pueden hacer los padres.Aunque para algunos una decena de claves pueden parecer demasiadas y, por lo tanto, inalcanzables. Un resumen en dos palabras podría ser: “Hábitos buenos” . O sea, virtudes. Algo arraigado, permanente. El secreto de la educación está en lograr que las acciones buenas cristalicen en una conducta habitual. Eso conviene lograrlo en la niñez y la juventud, y es de una eficacia extraordinaria. Para que luego no “suspendan” en la vida

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